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08/03/2019
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Por Mayra Bryce, asociada senior del área de Solución de Controversias.

Cuando entré a trabajar al estudio, el área de litigios tenía sólo a una mujer. Nueve años más tarde, nuestra área tiene a diez hombres y seis mujeres. De igual manera, cuando ingresé no existía socia o consejera mujer alguna. Hoy tenemos dos socias y tres consejeras. Las cosas han cambiado.

No me gusta hablar de un día de la mujer pues soy de las que piensa que, si buscamos la igualdad, son precisamente esta clase de festividades las que deben eliminarse. Sin embargo, soy también consciente de la realidad y la realidad es que hace no muchos años muchas mujeres creíamos que el éxito profesional al que aspirábamos, sin tener que renunciar a ciertas decisiones personales como el ser mamá, se limitaba a conseguir un medio tiempo.

Hoy queremos y podemos más. Hoy decimos, quiero ser mamá, pero también decimos quiero seguir creciendo en mi línea de carrera, y no tienen por qué ser excluyentes uno del otro. Y entonces algo ha cambiado, algo empieza a pensarse diferente y no pasa por implementar cuotas obligatorias, que se alejan de todo el propósito de la igualdad, pasa por un cambio de cultura.

Debo decir que en mi centro de trabajo nunca he sentido que me traten distinto por ser mujer. Siempre se me han dado las mismas oportunidades que a los abogados hombres y el proceso de empoderamiento profesional a lo largo de estos años en gran medida se debe a la confianza y apoyo de mis jefes y colegas. Sin embargo, es verdad también que en la juventud es más fácil mantener condiciones iguales.

El reto se presenta más adelante, en esa edad en que muchas mujeres se bajan de la línea de carrera para priorizar su vida personal. Es así como me ilusiona ver que ahora hay opciones para todos, opciones que yo resumo en la palabra flexibilidad. La tecnología disponible hoy en día permite que todos, hombres y mujeres, podamos trabajar desde cualquier lugar del mundo. En la medida en que el trabajo sea debidamente realizado, no debería importarnos desde qué ubicación física se hizo; menos aún debería importarnos a qué hora se hizo, rompiendo con un molde laboral de 8 a 8 que hoy demuestra no ser el más eficiente. Ello es incluso más propio en nuestra profesión, donde el buen trabajo realizado es perfectamente medible en las horas facturadas, los casos ganados, las transacciones exitosas, los clientes que traemos y mantenemos.

De la misma manera, y más importante aún, hoy hablamos de una decisión de familia. Ya no es el hombre el único con el legítimo deseo de realizarse profesionalmente, sino también la mujer, y entonces, nos organizamos como familia para que las cosas funcionen. Los tiempos de ambos deben acomodarse, no sólo los de la mujer.

Finalmente, me gusta cuando uno escucha “hay que retener talento” en vez de “tenemos que tener más mujeres”. Al menos, desde mi experiencia cercana, veo que las mujeres que trabajan a mi lado no deben permanecer en el estudio por el sólo hecho de ser mujeres, ese no es el objetivo. Por el contrario, veo que la institución quiere retenerlas porque suman y mucho; de ahí que debe hacerse uso de todas las opciones que el mundo de hoy nos da para que una mujer pueda realizarse tanto profesional como personalmente, para que su valiosa presencia no tenga que restringirse sólo a uno de esos dos ámbitos, pues recordemos que de lo contrario no sólo pierde la mujer, sino también la institución.

*Este artículo refleja la opinión personal de su autor.

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